En los años 70, las familias crecían cada vez más, la explosión demográfica constituía un fenómeno imposible de detener y el gobierno de México no tenía más que afrontar la circunstancia y proponer soluciones creativas. A decir del Arquitecto Isaac Broid este contexto propició una Arquitectura de calidad y detonó proyectos más horizontales que buscaban dotar de vivienda digna a todos los habitantes, al margen de su clase social.
En contraste con lo que ocurre en la actualidad, donde la construcción habitacional se caracteriza por la voracidad inmobiliaria, los espacios deshabitados y alejados de los puntos donde se desarrolla la actividad económica. En ese sentido, la presente conversación es pretexto para reflexionar sobre la necesidad social y ética de recuperar “el interés en la Arquitectura como parte de nuestra identidad y fortaleza”.
Issac Broid es Arquitecto por la Universidad Iberoamericana y maestro en Diseño Urbano por el Politécnico de Oxford. Entre sus obras destacan el Centro de la Imagen en sociedad con el Arquitecto Zabludovsky; las Oficinas Corporativas Telcel; la Biblioteca Guillermo Bonfil Batalla; así como el Centro Cultural Teopanzolco en Cuernavaca, Morelos.
1.- ¿Qué significa para usted la Arquitectura dada su amplia trayectoria en el ramo y gran experiencia dentro del despacho Sánchez Arquitectos y Asociados?
La verdad, no sé si contestarte lo que realmente pienso, dado que justo ahora estoy en un periodo de mucha reflexión y crítica. Para mí, en algún momento, la Arquitectura fue una fábrica de sueños que comenzó cuando trabajé con Luis Sánchez, Félix Sánchez, Alberto Robledo, Fernando Mota y Gustavo López… Hoy, por cómo se está dando la Arquitectura pública en nuestro país y los caprichos de quienes pueden pagar un Arquitecto, se ha vuelto un lugar de mucha frustración. No obstante, considero que la Arquitectura es el punto más alto de la cultura de una sociedad, es quizá, la mayor y más compleja representación de sus deseos y valores. La gran obra de arte de toda sociedad son sus ciudades y estas, a su vez, constituyen el reflejo de la evolución, la transformación, el sentir y los sueños de la gente. De manera que poder entenderla y trabajar en ella es una gran fortuna. Dedicar al menos ocho horas diarias a hacer lo que me gusta, con conciencia de la importancia que tiene en el desarrollo de la sociedad, es muy gratificante.
2.- ¿Cómo conoció a los socios del despacho Sánchez Arquitectos y Asociados? Y, ¿de qué manera describiría su colaboración dentro del despacho a lo largo de los años?
La historia es muy larga, es necesario remontarnos al tiempo de la universidad. Yo estudié en la Universidad Iberoamericana junto con Agustín Landa y Álvaro Díaz. Este último, a su vez, vivía en el edificio Basurto, construido por Francisco J. Serrano en la colonia Condesa en la Ciudad de México, donde también habitaba Luis Sánchez-Renero.
Cuenta la leyenda que en alguna ocasión, Luis y Álvaro se encontraron en el elevador, conversaron poco y el primero le dijo al segundo: “¿por qué no vienes a trabajar a la oficina?” y así empezó. Álvaro fue el primero en entrar al despacho, después invitaron a Agustín y finalmente, en un momento que querían contratar más dibujantes, me invitaron a mí.
En ese entonces, me gustaba mucho jugar fútbol y aunque deseaba participar en un campeonato, no fui seleccionado. Esto me permitió aprovechar la oportunidad que me ofrecían de poder trabajar en el despacho, que aún no adoptaba el nombre de Sánchez Arquitectos y Asociados.
Comenzar a trabajar con Luis y Félix Sánchez cambió mi realidad. Hoy en día, sólo tengo agradecimiento para con ellos y la circunstancia, pues hicieron posible que mi vida se transformara por completo. En el despacho trabajé durante siete años. Primero, fueron cinco años, después, tras regresar de una maestría que hice fuera del país, me integré a proyectos que llevaba el despacho en colaboración con las delegaciones Iztapalapa e Iztacalco de la Ciudad de México.
3.- ¿Cómo recuerda estos años de trabajo en el despacho?
Bueno, voy a parecer un poco melodramático, pero a mí trabajar en el despacho Sánchez Arquitectos y Asociados me cambió la vida.
En ese tiempo, principios de los años 70, había una pasión desmedida por hacer Arquitectura de calidad -lo que ellos entendían por Arquitectura de calidad- que nos transmitieron a quienes colaborábamos en el despacho. Además, nos convidaron de su gran pasión por la Arquitectura, que expresaban a través de un involucramiento y entrega total, no solo espiritual, sino de tiempo, que incluía largas y frecuentes desveladas. Ellos (Luis Sánchez, Félix Sánchez, Fernando Mota y Gustavo López) formaban parte de todo, nunca dejaban a sus trabajadores en la oficina ni se desentendían, al contrario, trabajaban con nosotros a la par. La autenticidad y franqueza con que nos transmitían su pasión es lo que más les agradezco.
Cuando yo entré a trabajar, la oficina del despacho se ubicaba en la calle de Huatusco en la Ciudad de México. Entonces, Félix todavía no concluía su maestría, cuando regresó lo hizo titulado y con su hijo mayor, un niño muy pequeño que se pasaba por debajo de los restiradores. Ese hijo mayor es Javier Sánchez, un gran amigo y Arquitecto mexicano; yo lo conocí jugando por debajo de los restiradores.
Posteriormente, el despacho empezó a crecer, ahora era necesario más espacio por lo que nos dimos a la tarea de buscar un nuevo lugar, así encontramos la casa en la calle de Tabasco, donde nos cambiamos y donde me desempeñé la mayor parte del tiempo.
Después, tras siete años, dejé la oficina, me independicé junto con Agustín Landa y el despachó se cambió a otras oficinas en la colonia Roma.
4.- Su generación tuvo la responsabilidad de responder a las necesidades de una ciudad que se estaba transformando, durante un momento clave y de ruptura ¿Cómo describiría el contexto? y ¿De qué manera éste marcó su práctica como Arquitectos?
En 1970, México presenciaba la creación del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) y fortalecía el Fondo de Vivienda del Issste (Fovissste), debido a que existía una conciencia sobre la magnitud del reto. Las entidades mencionadas contrataban Arquitectos de calidad tanto para dirigir los institutos como para que llevaran a cabo diversos proyectos, que, cabe decir, se implementaban de manera impecable, no como ahora.
Una gran efervescencia para realizar proyectos habitacionales fue la respuesta ante la explosión demográfica. La ciudad se estaba transformado, había una importante necesidad de vivienda, distintos organismos participaron y nosotros tuvimos la oportunidad de aprender. La coyuntura reforzó la idea de que, de verdad, la Arquitectura podía colaborar con el desarrollo homogéneo y equitativo en beneficio de todas las clases sociales; esto nos hizo emocionarnos, apasionarnos e involucrarnos al cien por ciento.
Por el contrario, hoy en día, se piensa que la calidad de la vivienda debe ser baja si está pensada para las clases sociales de poco poder adquisitivo.
5.- ¿Considera que este constituyó un momento de mayor valorización de la Arquitectura mexicana? Si tuviera que ubicar un momento en que la Arquitectura, incluso formó parte de la política estatal para mejorar las condiciones de vida de México, ¿cuál sería?
En los 70, el Estado tenía una posición que, aunque podía ser muy criticada por populista, realmente se tenía la convicción de que las cosas podían cambiar. Ahora esto no sucede, aunque no quiere decir que no pueda repetirse en el futuro, es un vaivén. Recuperaremos el interés en la Arquitectura como parte de nuestra identidad y fuerza. No hay que angustiarse.
6.- ¿Qué le gustaría destacar del despacho Sánchez Arquitectos y Asociados?
Aunque sólo puedo hablar de lo que ocurría en los 70, porque fue el tiempo en que me desempeñé en el despacho, destaco la entrega, la confianza en el valor de la Arquitectura como forma de identidad nacional, su posición muy clara sobre lo que consideraban que debía ser esta disciplina y cómo se involucraban en ello, este es el aprendizaje. Se puede o no estar de acuerdo con sus proyectos o entendimiento, sin embargo, no lo voy a cuestionar, para mí el valor está en la enseñanza. En el despacho aprendí que es imprescindible hacer una reflexión sobre el propio momento y tomar una clara posición en torno al lugar que ocupamos y a la Arquitectura.
7.- Hábleme un poco sobre los proyectos que, para usted, fueron más significativos durante su tiempo de colaboración en el despacho.
Fueron muchos. Cuando yo entré se habían terminado algunas casas en Valle de Bravo y estaban haciendo una más en Lomas de Bezares que se llamaba “Tiro al pichón”, y aunque me he separado de ese tipo de Arquitectura, fue entonces cuando descubrí la importancia de que exista una Arquitectura local inmersa en su contexto.
Después se hicieron proyectos de otra envergadura, entre los que destacan la Unidad Latinoamericana y la rehabilitación de una unidad en Cuicuilco y de espacios públicos. Ese tipo de proyectos nos marcaron a todos los que trabajamos en el despacho.
8.- ¿Cómo sucedía la confluencia de diálogo entre quienes formaban parte del despacho? y ¿De qué manera repercutió en su ejercicio y desarrollo profesional?
La Ibero en que estudié era muy diferente a la universidad de ahora, entonces se caracterizaba por su diversidad de ideologías. Muchos maestros que me daban clase también lo hacían en la UNAM. Nunca sentí que hubiera una diferencia tan evidente entre lo que me enseñaron mis maestros en la Ibero, Carlos Mijares, Francisco Serrano, Mariano Aceves, Carlos González Lobo, con lo que veía que se hacía en la oficina.
Cuando Félix se dio cuenta de que nosotros, quienes proveníamos de la Ibero, nos involucrábamos, desvelábamos y entregábamos, la diferenciación entre instituciones educativas se volvió un chiste local más.
9.- En los años 90, el despacho comienza a realizar varios conversatorios y reuniones para presentar proyectos arquitectónicos, ¿usted tuvo oportunidad de acudir?
Por supuesto que tuve oportunidad y fueron muy importantes para mi desarrollo profesional. Incluso, algunos sucedieron antes de los 90. Recuerdo los conversatorios de Humberto Ricalde, del mismo Luis y de Alberto Robledo que se llevaron a cabo en los 70. Fueron complemento de mi educación, además de una iniciativa medular para propiciar el encuentro entre Arquitectos de distintas generaciones.
Las reuniones se realizaban los viernes por la tarde, convocaban a amigos en torno a unos tequilas o unas copas de vino. En ellas hablábamos de Arquitectura y de temas diversos, porque hablar de teatro, escultura y pintura es hablar también de Arquitectura. El ambiente de camaradería era fantástico.
10.- ¿De qué manera el despacho ha contribuido con el gremio arquitectónico y a nivel social?
Mira, hay que decir las cosas como son, Sánchez Arquitectos y Asociados no son Teodoro González de León, Legorreta o Javier Sordo Madaleno, pero a algunos de nosotros nos sirvió muchísimo. Considero que sus contribuciones a la vivienda social son fundamentales y esto se debería valorar mucho más.
Se contribuyó con abrir poco a poco puertas casi imperceptibles que dan paso a la Arquitectura de calidad. De manera que hoy es posible ver una Arquitectura residencial media que responde a los más altos estándares, que se empezó a hacer en los 90 y que ha ido permeando y ocupando espacios que por mucho tiempo fueron precarios. Se trata de una contribución involuntaria que fue permeando poco a poco en la Arquitectura de México.
11.- ¿Es importante para las nuevas generaciones revalorizar este tipo de Arquitectura más discreta pero que, paralelamente, es la que conforma nuestras ciudades?
Aprendemos de todo. Algunos grandes monumentos y obras terminan siendo fundamentales para el desarrollo de ciertos caminos. Por lo que considero que es necesario seguir aprendiendo de unos y de otros.