“Sánchez Arquitectos y Asociados, un espacio para la educación práctica”: Adela Rangel

· La Arquitecta Adela Rangel rememora los anhelos, sueños e ideales suspendidos en un tiempo compartido con “Los Sánchez”.
· La arquitecta reflexiona sobre el papel de las mujeres en su ámbito profesional.

Un hombre lee y mira desde su ventana un frondoso árbol, siente algo parecido a la libertad y la belleza, esa que parece propia de las casas con jardines enormes o de cabañas en medio del bosque; sin embargo, esto sucede desde un departamento en la Unidad Habitacional Integración Latinoamericana, un proyecto urbano y arquitectónico que estuvo a cargo del despacho Sánchez Arquitectos y Asociados.

“Los Sánchez” saben que es derecho de todos el hedonismo, la contemplación y el deleite y, con ello en la mente, comienzan su proceso creativo. Para quienes gravitan a su alrededor esta puede ser un saber vital, una enseñanza para la vida.

Conversar con Adela Rangel Fediuk da la oportunidad de acercarnos un poco más a “Los Sánchez” desde la intimidad de sus recuerdos; a rememorar sobre su llegada, desde Xalapa, a la Ciudad de México; y (entre anécdota y anécdota) a dibujar una postal de cuatro hombres con una característica en común: el optimismo.

Rangel Fediuk es Arquitecta con maestría en Desarrollo urbano y es socia fundadora
de Akurat, una firma híbrida de Diseño y Project Management fundada en 2012, que se especializa en aplicar herramientas innovadoras para la industria de la construcción.

1.- Para iniciar esta conversación, puede compartir ¿qué significa la Arquitectura para usted y por qué se inclinó por esta profesión?

Háblame de “tú”. La Arquitectura para mí es una disciplina que se dedica a diseñar el escenario de la vida; no diseñamos un objeto como tal, sino que diseñamos lo que pasa en relación con este objeto: adentro, afuera, a los lados, arriba, abajo.
En este contexto, tenemos que diseñar para que suceda lo que queremos. Es fácil notar cuando vemos Arquitecturas que se diseñan desde la piel y no desde el alma. En cambio, cuando diseñamos la vida dentro de la Arquitectura, ahí es cuando realmente tenemos éxito en nuestra disciplina.

2.- Perteneces a una generación reciente de Arquitectas que se educan hacia los años 90, ¿nos podría hablar de estos años formativos y la manera en que sucede la enseñanza?, ¿cómo incide en ella el periodo de ruptura que representó el terremoto del 85?

Para empezar, pienso que en mi generación ya no entendemos la palabra “crisis” como la hacen las generaciones más experimentadas.

Nací en el 81 y de lo único que me acuerdo con respecto a la crisis es que, simplemente, se han hecho más cercanas una de otra, tanto que ya es como un gradiente.

Esta cuestión ha hecho que la Arquitectura se transforme. En determinado momento surgió entre mi generación la preocupación de que no todos íbamos a tener trabajo, ni las bonanzas que habíamos visto entre nuestros padres y abuelos. También surgen otras preocupaciones; por ejemplo, sobre la accesibilidad a la vivienda, o de la Arquitectura neoclimática, que se preocupa porque cada vez hay menos recursos y tenemos que hacer más con menos.

Mi generación tiene que volver a la tradición del significado del diseño, que es resolver un problema. Considero que es importantísimo que hayamos tenido una formación sobre una responsabilidad de la parte estética como una base, pero haciendo del quehacer de la Arquitectura algo mucho más complejo.

3.- ¿Cómo recuerdas los años de estudiante?, ¿aún hablaban de una Arquitectura que, tal vez, sentías que ya no respondía a ese momento?

Tuve varias etapas formativas: la primera empezó en Xalapa en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Veracruzana, donde la formación era muy estricta, teníamos clases todo el día, era tan profundo, tan riguroso y congruente. En la facultad hablábamos de los materiales regionales y de la responsabilidad de no traer todo de fuera, querían entenderlo y aprovecharlo y calificarlo de una forma más rigurosa.

Después me fui de la facultad y empecé a trabajar con Alberto Robledo, que había sido socio de “Los Sánchez” (Sánchez Arquitectos y Asociados) aquí en la Ciudad de México. Venía a juntas a la Ciudad de México porque teníamos un proyecto con “Los Sánchez” y fue así como decidí pasarme a la UNAM, en donde la formación es la que quieras porque hay muchas escuelas (hay 16 escuelas de Arquitectura) y empezó a haber más soltura.

En la UNAM vi una especie de rechazo de toda la transformación digital, por desconocimiento del profesorado, y eso sigue vigente, en contraste con Xalapa donde veía frustración por no poder entrar al mundo digital debido a temas económicos y de infraestructura.

Después me metí a dar clases de cómputo y de geometría en el Taller Carlos Lazo, mientras estudiaba en “El Cetto” (Taller Max Cetto). Con la iniciativa de entrar a la transformación digital.

También empecé a ver una apertura mucho más grande hacia el exterior, a ver el trabajo de la Arquitectura en un contexto internacional.

Me gustó mucho la UNAM porque ahí la educación es responsabilidad de cada quién, decidías con quién tomar clases, en qué temas profundizar… y me gustó mucho profundizar en temas filosóficos y más reflexivos de la Arquitectura.

4.- Tomando en cuenta la práctica de la disciplina en México, ¿consideras que ha cambiado en los últimos años, por ejemplo, en el tema de la participación de las mujeres?

Me ha tocado ser parte de un momento histórico muy importante; definitivamente sí creo que se han acelerado las cosas.

Tuve la fortuna de conocer a Estefanía Chávez, de abrazarla… falleció en enero de 2020. Ella estudió Arquitectura, fue hija de un urbanista, estudió Arquitectura y fue una leyenda, siempre aguerrida, siempre súper activista. Cuando terminó la carrera le dieron su título de Arquitecto y ella lo fue a regresar a la administración y les dijo que se habían equivocado e incluso señaló: “Yo no soy Arquitecto soy Arquitecta”… y le dijeron: “pero el título sale así” y ella continuó señalando el error… “No pueden seguir dando títulos que están mal”.

Peleó porque cambiaran los títulos de las mujeres y lo logró. Logró que el suyo fuera el primer título de Arquitecta de la UNAM. Entonces, de ahí, pues, obviamente siguió estudiando. Estudió una maestría y luego un doctorado en Urbanismo. No le gustaba que le dijeran doctora porque ella sentía que había sido muy privilegiada en tener esa educación y pensaba que era como sentirse superior a los demás.

A mí, por ejemplo, no me define ser Arquitecta, tener una maestría o ser directora… me parece que cada quien se define a sí mismo con sus actos y eso lo aprendí de ella.

Definitivamente, he visto de todo, a muchas mujeres que en 2022 siguen echadas un paso para atrás…tienen este famoso “techo de cristal”, esta cosa que te deja crecer hasta un punto porque te imaginas que hasta ahí puedes crecer, que ese es el tope, que ya no hay más. Tengo la oportunidad de ser parte de grupos que motivan, alientan e inspiran a otras mujeres a romper el “techo de cristal”. No tienes que ser directora, no tienes que ser la jefa de todos, se trata de llegar hasta donde quieras, y afortunadamente reconozco el apoyo de mis colegas hombres.

Veo un cambio importante, pero, no solamente hablando de mujeres, sino también hablando de minorías. Veo a gente de escuelas públicas, de niveles socioeconómicos no tan privilegiados ganando concursos y eso me fascina.

5.- Me gustaría invitarte a profundizar sobre cómo conoció a los socios de Sánchez y Asociados, ¿nos podrías compartir un poco de esto, por favor?

Para mi Alberto Robledo es como un papá (en lo profesional). Alberto se la pasaba enseñándome libros y libros… me hizo adicta a ellos y cuando me vine la primera vez a la Ciudad de México a revisar con “Los Sánchez”, en vez de decirme: “vas a ver esta calle y en tal calle das vuelta” … me decía: “mira, te bajas en tal metro, caminas, vas a pasar en frente del Hotel Milán (ahí es donde Félix ve el fútbol siempre) y luego pasas por no sé dónde y ahí está la panadería donde Lupita compra el pan»… me iba describiendo a los personajes. Entonces, cuando llegué por primera vez con Félix y Luis, yo sentía que ya los conocía, a todos, al Ronco, a Fermota, a Lupita, ya todos tenían cara… “hey, a ti te gusta el tejo de piña” … era muy simpático. Llegué y de inmediato fue como ver a mis tíos.

Alberto tenía está posición en mi vida profesional. Félix y Luis tenían esta otra, fue muy simpático y me divertí como enana de venir a estas juntas.Fue muy cómodo hasta que llegó un punto que me metí muchísimo en el diseño de paisaje, hicimos muchas cosas que, yo creo que me llevaron a hacer todo lo que hago hoy en la empresa, que es, precisamente, toda esta construcción virtual.

Recuerdo que un día, dije: “bueno, ya estoy aquí, me voy a la UNAM”, pregunté y me dijeron: “sí, vente”. Entonces, cuando hablé con ellos y les dije que me quería venir a vivir a la Ciudad de México –Alberto estaba en Xalapa, empujándome para que me viniera a vivir aquí– me dijeron: “oye, pues te hacemos una oferta y vente a trabajar medio tiempo con nosotros”.

El primer día que entré a la facultad, llegué un domingo, ya tenía medio tiempo de escuela y medio tiempo con ellos y fue increíble. Con Luis era una preocupación muy grande que todos los departamentos tuvieran vista a un árbol, fuente o placita… fue bien lindo, lo modelamos, era muy simpático.

Era muy lindo que los viernes por ahí de las 5:30 llegaban con una botella de Bacardí y Coca Cola para hacer cubas y platicar, no todos los viernes, pero de vez en cuando. Era como “ya ahorita no estamos tan presionados, vamos a echarnos una cuba y nos vamos a nuestras casas”. Con ellos era muy cercana la relación. Me regañaban mucho, sobre todo Félix, le decía a Fernando que ya me apagara la luz, que ya me tenía que ir, que no me podía quedar, entonces llegaba Fernando y me decía: “ya apaga, se va a enojar Félix”.

La verdad, era como convivir con otra familia, había roles, el que siempre te hacía la balona, como dicen, era Fernando que siempre fue super protector, super bueno, un gran líder… pero, yo creo que todos.

Después tuve la oportunidad de hacer cosas por mi cuenta cuando terminé con ellos, les dije: “me voy a Nueva York unos meses”. Cerrar el ciclo con ellos fue importante, porque después regresaba y era muy simpático, pasaba a las oficinas a saludarlos y me hice muy amiga de todos. Citlali Ovando, por ejemplo, y Lupita siempre me regañaba… a veces sí sabía por qué me regañaba, otras no…. pero muy amiga de todos y muy agradecida.

Te puedo decir que en mis dos años en el despacho hice una familia. A Félix aún lo veo un par de veces al mes y con Javier tengo una relación como si fuéramos primos hermanos, la verdad, lo quiero mucho.

6.- En el ámbito profesional, me llama la atención la dinámica que se establece en el despacho que, como pocos despachos, logra periodos de colaboración tan grandes y mantener a su alineación original ¿cómo era la dinámica?

Yo, en algún punto, tuve que elegir a un socio, el socio es una persona que quieres «matar» muchas veces, pero la mayoría del tiempo sabes que no tienes nada que temer con él (o ellos). Sabes que, si te llegara a pasar algo, esta persona es la primera que va a estar ahí. Si la estás regando es la primera persona que lo va a identificar. Además, escoges a las personas con las que quieres discutir.

Yo creo que, para la metáfora de los socios, siempre se usa a los Beatles, porque eran cuatro personalidades muy distintas. Si son cuatro personalidades idénticas, la cosa no funciona y, lo que sucedió con estos cuatro es que si los ves tienen una base de respeto entre todos. Conocen perfectamente sus límites. Hay unos que son muy bromistas, otros más calmados y otros muy serios y ese balance yo creo que les hizo muy bien. Yo creo que a ese balance le debemos que tengan 50 años juntos y que estén contentos.

7.- Cuándo hablamos del despacho Sánchez Arquitectos y Asociados, ¿qué podría decir de él desde una perspectiva profesional?

Lo que me gusta ver del trabajo de Sánchez Arquitectos y Asociados es que siempre existe este proceso de diseño. Como dice la etimología, primero está la observación, luego problematizan. Es un despacho que no se queda con la primera solicitud del cliente, siempre cuestionan si eso es lo que hay que hacer. Han pasado por estéticas tan diferentes que responden al tiempo de cada una, sin temor de dejar huella de cada uno de esos momentos históricos.

Tienen una época posmoderna, que me gusta mucho, con estas simetrías tan marcadas; los tragaluces, en su momento todo el mundo decía: ¡wow! Eran tan frágiles, porque ya se podían hacer delicados. Después, por ejemplo, con la Escuela Bancaria Comercial, todo el mundo decía que estaba super moderno y super contemporáneo, era un proyecto de Sánchez típico, pero con una estética que responde al tiempo.

Tienen su espacio público, les fascina tener espacios interiores ambientados con vegetación, hacer ese espacio de gozo, no necesariamente de consumo, un espacio donde puede haber una convivencia.

El edificio de investigación en ingeniería en la UNAM, que tiene como multiplicadas las cosas que tiene la UNAM; por ejemplo, los puentes y rampas, tiene en la entrada un muro de ónix que es un distintivo en la UNAM, pero no necesariamente lo vemos repetido en otros lados. Han tenido ese cuidado de decirte dónde estás, de hacerte caminar, de tener siempre un espacio donde hacer fiesta y creo que esa ha sido una evolución increíble.

8.- ¿Hay alguna influencia de Sánchez y Arquitectos en este devenir de la nueva generación?

Por supuesto que sí. En la escuela aprendes, principalmente, valores y cosas muy precisas, como algunas técnicas… aprendes qué buscar, más que dónde buscar. Pero, ya en la práctica, la Arquitectura es disciplina de práctica y el despacho de “Los Sánchez” fue un espacio donde recibes esta educación.

Alberto fue mi maestro, “Los Sánchez” fueron también una escuela muy importante, Diego Villaseñor también marcó mucho mi trayectoria y de ahí en fuera… esa fue toda la escuela que tuve. Aprendí de ellos la metodología, el rigor, el saber qué quieres. Por ejemplo, qué queríamos del proyecto, y lo que queríamos no eran metros cuadrados o número de departamentos, sino que todos tuvieran vista a un espacio que no fuera un cubo horrible, que tuviera espacios públicos, que las recámaras principales tuvieran vista a un arbolito o a una fuente.

Ya con eso en la cabeza, comienzas con ese eje rector del proyecto a desarrollar y si ves que la regla no se está cumpliendo va para atrás; ya después vemos donde agarramos dinero, pero el chiste es cumplir primero los objetivos, eso es una escuela que prevaleció. De ahí nos fuimos a hacer nuestros propios experimentos.

Con Lucio Muniain lo entendí muy bien, fui su socia por un corto periodo, decía: “hay gente que llega y te dice como ves no quedó tan mal ¿no? … ¡Cómo que no quedó tan mal!, eso no existe». Con Los Sánchez no había posibilidad de eso, era: ¿cumple o no con los objetivos?

9.- ¿Cómo ha contribuido la propuesta arquitectónica de “Los Sánchez” entre sus pares y para con la sociedad?

Me parece muy importante la ruptura que tuvieron con el coche. La Arquitectura no tiene que estar hecha en función del coche. Están, por ejemplo, los departamentos que han hecho town houses, pues ni modo los alojan, pero no van en función de eso.

Es una intención importante el no hacer una Arquitectura para que el coche esté cómodo. Siempre buscamos la vista del interior haviael exterior, pero, por ejemplo, los town houses que están en Ámsterdam, ves a la gente en pijama desayunando, es un gozo…eso fue para mí muy importante… Después leí a Jane Jacobs y sabía que esta relación del interior con el exterior era muy importante para humanizarnos. Pensarnos en las formas en que vivimos fue un bonito aprendizaje.

Todos tenemos que agradecerles y la verdad es que en todos los contextos académicos de conversación y en el Colegio de Arquitectos ha sido una constante de “Los Sánchez” defender la Arquitectura para las personas.

10.- ¿Le gustaría agregar algo más?
¿Qué decir de “Los Sánchez”? La verdad es que hay algunas anécdotas, a lo mejor, muy personales… Yo creo que, desde la picardía de Fernando Mota y lo dicharachero de Félix, los cuatro tienen en común, el optimismo…es lo que más les agradezco, que siempre han tenido un mensaje así para todos los amigos alrededor y por eso yo creo que todos nos hemos quedado con una necesidad de mantenernos cerca.