Desde los años 70 el gremio arquitectónico en México volteó la mirada hacia la ciudad construida hasta entonces, de manera crítica se cuestionó sobre una arquitectura vinculada con su contexto. Para la década siguiente los Arquitectos respondieron frente al terremoto de 1985 con la propuesta de una Arquitectura Social; mientras que para los años 90 comenzaron una serie de discusiones formales, desde seminarios, coloquios y congresos, en torno a diversas tendencias arquitectónicas y al devenir de la disciplina.
Ese diálogo motivó los encuentros de diversas generaciones. Uno de los actores de la época, el Arquitecto Felipe Leal, comparte en la presente conversación sus memorias e impresiones sobre ese tránsito de la escena de la Arquitectura mexicana, en la que Sánchez Arquitectos y Asociados ocupa un lugar en esa historia.
Felipe Leal es Arquitecto por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es el único arquitecto miembro de El Colegio Nacional, ha sido director de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, Autoridad del Espacio Público y secretario de Desarrollo Urbano de la Ciudad de México. Su obra se enfoca principalmente en el ámbito cultural, educativo y doméstico. Entre sus proyectos destacan el Corredor Peatonal Madero, la Plaza de la República con el Monumento a la Revolución y la remodelación de la Alameda Central.
1. Primero que nada, y debido a su amplia trayectoria que incluye haber sido director de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, ¿qué es para usted esta disciplina?
La Arquitectura para mí es una forma de vida, no podría pensar en otra manera de tener una experiencia con la vida humana, con las relaciones entre las personas. Me parece una disciplina fantástica cuya mayor función es el poder reunir a las personas, ya que es el espacio donde pasamos la vida, dentro de la arquitectura suceden los mejores hechos y creo que es muy satisfactorio… ¡Es el lugar donde celebramos la vida!
2. Es usted heredero de la enseñanza de la Arquitectura en los años setenta, ¿cómo recuerda esos años formativos?
Fue un momento muy difícil para la enseñanza de la Arquitectura, porque fue muy crítica e inició la decadencia, o la pérdida de presencia del Movimiento Moderno. Existía una gran incertidumbre y muchos cuestionamientos sobre todo hacia los edificios autoreferenciados, aislados; del edificio fuera de un contexto específico. El valor que se le daba a la construcción o a algún edificio emblemático era por su forma, por sus volúmenes y por su solución tecnológica, no tanto por su relación con la ciudad, el entorno y lo local.
Es cuando da inicio el inicio el Posmodernismo, la idea de revisar un poco la historia, lo simbólico y apareció su gran tema: la ciudad, que surge como una estructura a la cual hay que vincularse. Ya no es el edificio o conjunto solo, aislado, sino que comienzan a observarse en relación a las edificaciones cercanas, adyacentes, las calles con perfil urbano y con la historia de la ciudad. Durante la década de los ochenta se mantuvo una acentuada preocupación por la articulación y entendimiento de la ciudad.
Otro aspecto de aquel momento es que comenzaron a atenderse y atacarse, una serie de rezagos sociales, por lo que aparecieron varios temas que tenían que ver con estructuras de mejoramiento de los barrios: guarderías, mercados públicos, centros comunitarios. Existía un interés por una Arquitectura Social que mejorara las condiciones generales de infraestructuras y equipamientos en los barrios y colonias de la ciudad en su conjunto.
3. En medio de esa renovación de la disciplina arquitectónica hay un suceso que marca el perfil arquitectónico, un punto de quiebre: el terremoto de 1985. ¿Cómo determinó este evento la práctica arquitectónica del momento?
Creo que los sismos del 85 son definitivos para observar la problemática de la ciudad, el atender la emergencia. Pero desde una concepción distinta, fue hacer la ciudad dentro de la ciudad, construir sobre lo construido, densificar gran parte del suelo urbano no utilizado, los terrenos baldíos y lo que había dejado también el sismo (las demoliciones).
El programa de Renovación Habitacional Popular, representó un vuelco para atender a los damnificados, empezó a mejorar sustancialmente la vida de barrio y permitió entender de nuevo el espacio comunitario, las vecindades, los edificios de menor escala.
El sismo propició el ver a la ciudad de otra forma; por dramático que sea, sí dieron una serie de pautas para entender a la ciudad que hoy tenemos.
4. ¿Cuáles fueron las grandes problemáticas que destapó este sismo?
El terremoto puso en evidencia muchas de las desigualdades urbanas: la falta de servicios en muchas colonias, de mantenimiento en los edificios, la especulación inmobiliaria, los inmuebles que estaban casi en el abandono o mal construidos, el hacinamiento, la falta de condiciones de seguridad laboral y de protección civil en el caso de las costureras, así como en muchas fábricas que todavía estaban en el centro de la ciudad. Se daba gran permisibilidad en una serie de actividades o giros que ya no eran adecuadas para esa zona.
También se evidenció la mala calidad de construcción de la última generación de hospitales y de sistemas constructivos que se habían empleado en ese momento, como los casetones o sistemas de concreto que se consideraban muy innovadores, pero que después del sismo nos dimos cuenta que no eran lo óptimo para la Ciudad de México.
El sismo visibilizó la corrupción en cuanto a la construcción, y por eso generó esa irritabilidad en la sociedad. No se pueden entender muchos cambios políticos en el país y en la capital sin el sismo.
5. Y al gremio arquitectónico, ¿cómo lo influyó?
Entre los Arquitectos nos hizo tener un compromiso social mucho más abierto, voltear a la ciudad y atender esa urgencia, revisar el tema de la vivienda, regresar al esquema de la vecindad, a conjuntos de vivienda a una escala más humana, ligada con la vida urbana, con la calle. La cultura de barrio, de lo local, lo público y comunitario aparece en ese momento como una necesidad inmediata.
Quizás las soluciones formales no fueron las mejores, pero sí las respuestas inmediatas. Poco a poco fuimos transitando, a finales de los años ochenta y los años noventa, a depurar esas formas, cada vez con mejor calidad. La década de los noventa fue muy buena para ese tránsito de la arquitectura urbana hacia el binomio ciudad-arquitectura.
6. ¿Cuál es su perspectiva del tránsito de la arquitectura en los últimos años?
Considero que por lo menos quince años desde la década del 2000 hubo una importante incorporación del espacio público, que es en lo que más se invirtió desde el sector público. Una época donde vimos recuperarse el Paseo de la Reforma, una gran parte del Centro Histórico, la Plaza de la República, el corredor de Madero, la Alameda Central. Después se extendió a otras zonas: el Parque de la Bombilla, la plaza de Coyoacán, la plaza de San Pedro de los Pinos, las de Tlalpan y Mixcoac también, muchas se mejoraron. Es decir, se inició una política para atender puntos de reunión y encuentro públicos, lo que posteriormente se extendió hacia otros puntos de la ciudad.
En las viviendas se recuperaron los balcones, patios iluminados, buenos andadores, el uso de las azoteas. También aparecieron otras formas de movilidad como el Metrobús, las bicicletas públicas y el mejoramiento exterior de las estaciones del metro, entre otras acciones.
Por otro lado, desde la inversión privada también hubo una consciencia de cómo vincularse con la ciudad; por ejemplo, calles que penetran en los conjuntos, como es el caso de Reforma 222. O soluciones como la de la Torre Bancomer, donde casi toda la planta baja es una sucursal abierta. Nuevas arquitecturas comenzaron a ligarse más con la ciudad, construcciones más penetrables, pasajes comerciales a cielo abierto, lo que también implica un ahorro energético. Asimismo, el predominio de los usos mixtos y el desvanecimiento de construcciones monofuncionales.
Proyectos más relacionados con el exterior, para gozar de mejores vistas, mayor ventilación e iluminación, se volvieron una constante. Actualmente, creo que esto se va a agudizar aún más con la pandemia, porque muchos edificios tendrán que modificarse ya que, a nivel de higiene y salud, la pandemia nos va a dejar tendencias para tener espacios mejor ventilados y flexibles en su interior.
El periodo actual nos obliga a plantearnos una serie de reflexiones. Ahora existe un mayor deseo de salir a la calle y disfrutar del exterior, desde la escala pequeña de la casa hasta lo urbano.
7. Hace unos momentos hablaba de las relaciones que se tejen con los otros gracias a la Arquitectura. Al pensar en esas confluencias, ¿cómo conoció a los miembros de Sánchez Arquitectos y Asociados?
Mi primer contacto fue Félix Sánchez. Lo conocí por un amigo en común, Humberto Ricalde, un profesor de la UNAM, muy querido, un gran maestro. Él era también muy cercano a Félix ya que habían colaborado en algunos trabajos. A través de Humberto conocí a Félix desde que yo estaba en la universidad y a partir de ahí se empezó a desarrollar una amistad y un vínculo mayor. También con Gustavo López Padilla pues fue mi maestro de teoría en arquitectura, y desde luego más tarde con Luis Sánchez-Renero.
8. Además del espacio de la Facultad, ¿hubo otros lugares de encuentro?
En la década de los noventa, sobre todo en la última parte, entre 1995 y 2000, sucedió algo muy importante, a través de foros, seminarios y congresos los Arquitectos nos vinculamos para dialogar; lo que se replicó también en sedes de despachos donde se propiciaron encuentros. Aparecieron grupos interesados en difundir la cultura arquitectónica.
Bastaba con ir, por ejemplo, con Carlos Mijares, entonces se organizaban para la difusión, nos reuníamos una serie de personas y discutíamos sobre las arquitecturas de la ciudad. Una de las sedes fue precisamente el despacho de Sánchez Arquitectos y Asociados, ubicado en la calle de Flora en la colonia Roma. Era una casa intervenida y con un nuevo uso que se convirtió en una referencia, porque el exterior era una casa porfirista, pero tenía una intervención en el interior con algunos tapancos de acero, doble altura y se podían ver los diferentes niveles de la casa en el interior; algunos elementos de high tech y de la arquitectura que estaban en auge. Esa es otra característica que ellos han tenido siempre: estar enterados de lo que pasa en el momento.
Llegabas al despacho -una vez que todos habíamos acabado de trabajar en nuestros diferentes lugares, te encontrabas con el ponente en turno, a quien se le había invitado a explicar su proyecto y conversar. Recuerdo una conferencia que dio Agustín Hernández, q fue a presentar su proyecto del aeropuerto de Toluca. Era genial porque tú estabas ahí con otras quince o veinte personas, el ponente explicaba, aún con diapositivas, y al final hacíamos una serie de preguntas. Después sacaban bocadillos y vino para seguir conversando, todo en un ambiente muy cordial y relajado, sin mayores pretensiones.
Algunas otras reuniones fueron un poco más solemnes, como las de Carlos Mijares, porque dependía mucho de la personalidad del ponente, pero eso no implicaba que al final de la presentación no hubiera un ambiente fraternal. Había una sed por saber lo que estaban haciendo los otros y una emoción por compartir. Te sentías en un encuentro de amigos porque todos nos llevábamos bien, cada uno en sus diferentes trincheras.
Fue un momento muy bello y creo que esas iniciativas fueron una de las claves para recuperar las colonias Roma y la Hipódromo Condesa.
9. ¿Cuál considera que fue la relevancia de estos eventos?
Esas iniciativas fueron un semillero de encuentros de un modo que, en ese momento, no estaba propiciando la academia. De una manera informal, pero muy vital, nos congregarnos en torno al análisis del concepto de ciudad y de las nuevas arquitecturas que se estaban haciendo. Fue una experiencia muy grata que marcó y dio pauta a toda una nueva generación de arquitectos que ya estaba pensando en cómo consolidar esos huecos de las colonias centrales de la Ciudad de México.
Cada uno de los integrantes del despacho, con sus personalidades muy diversas, mostraban una forma genial de coexistencia, lo que generó un ambiente de tolerancia para que ahí fuera un laboratorio de discusión y que otras generaciones continuaran con lo que ellos habían comenzado.
Sánchez Arquitectos y Asociados contribuyó mucho en la consolidación de la ciudad, si no directamente ya como despacho, sí de lo que se detonó, es un árbol que dio muchos frutos.
10. Desde su punto de vista, ¿qué significa el despacho de Sánchez Arquitectos y Asociados entre el gremio?
Sánchez Arquitectos y Asociados es una referencia de un despacho colectivo, son de los primeros colectivos; no es la firma de una persona, sino es un colectivo en el que hay varios colaboradores: Fernando Mota, Félix Sánchez, Luis Sánchez-Renero y Gustavo López Padilla, y algunos otros colaboradores circunstanciales.
Yo creo que esa característica del colectivo fue muy interesante, no era el despacho de una persona con una gran cantidad de ayudantes o colaboradores, ellos siempre estuvieron juntos como una sociedad, son una referencia importante que ha perdurado… ¡Lo que sorprendente es que ha perdurado!
En este caso han trabajado en conjunto con una serie de proyectos, pero se han dado la libertad en lo particular porque cada uno de ellos ha tenido también experiencias propias, obras de carácter individual. Su sociedad no los ha limitado.
Por otro lado, los integrantes han estado presentes en el gremio, en la academia, en la discusión sobre la arquitectura, es un grupo que está presente. Han ido entendiendo muy bien las circunstancias de cómo se ha ido modificándose la práctica de la disciplina arquitectónica y, a pesar de esos cambios ellos han mantenido su unión. Este despacho ha dejado muchos herederos, ha sembrado y dejado huella.
11. ¿Podríamos hablar de que han dejado un legado?
Yo creo que el legado que deja este despacho fue sacar a la luz los temas de la ciudad, los temas urbanos y colectivos en parte de su trabajo.
Curiosamente ha sido un despacho muy concentrado en la Ciudad de México, que ha estado alimentado y apasionado por esta metrópoli. La ciudad es el gran tema de la arquitectura, que la Ciudad de México es su gran escenario y dentro de este, acorde con los diferentes momentos que se han vivido, están conscientes de que cualquier construcción que hagas contribuye a la imagen y a la consolidación de la ciudad. En ese sentido están imbuidos en el pensamiento del gran teórico italiano Aldo Rossi. Además, contribuyeron a la densificación en su parte interior, a construir la ciudad dentro de la ciudad.
Por otro lado, su legado también ha sido el haber iniciado esas conversaciones entre colegas e invitarlos a convivir, porque eso permitió religar al gremio, ser amigos y escucharnos.
12. ¿Quisiera añadir algo más?
Sólo el felicitarlos, 50 años unidos no es fácil cumplirlos, realmente es un logro haberse mantenido unidos, continuar con proyectos y seguir repensando en la ciudad.
Son un ejemplo de una sociedad que ha durado tanto, ese también es parte de su legado.